La justicia climática contra la extrema derecha

Por Florent Marcellesi, eurodiputado de EQUO / @fmarcellesi

Artículo publicado en La Marea el 17/12/2018

Tras el implacable informe de los expertos climáticos de la ONU, esperábamos una cosa de la Cumbre Climática de este año: ambición. La COP24 tenía que servir para intensificar los compromisos nacionales de reducción de emisiones para alinearlos con las advertencias científicas. Hoy por hoy los compromisos climáticos actuales nos llevan a un aumento de temperatura superior a los 3ºC, lo que supondría no cumplir con el acuerdo climático de París, con su objetivo de 1,5ºC, y provocaría gigantescas pérdidas económicas, sociales y ecológicas a escala mundial.

Sin embargo, la COP24, en lugar de apostar por una acción alineada con la ciencia, ha vuelto a terminar con un resultado decepcionante. ¿Cómo es posible? Por la nefasta combinación entre por un lado el trumpismo climático y por otro la falta de liderazgo de actores como la UE.

Por un lado, el ‘trumpismo climático’ ha irrumpido con fuerza en forma de ‘fake news climáticos’, negación de las evidencias científicas y ruptura del multilateralismo, poniendo los intereses cortoplacistas nacionales siempre por delante. Es una muestra del proceso de extrema derechización de la geopolítica mundial al que asistimos, con el alzamiento de fuerzas reaccionarias que, pese a negar el cambio climático, se alimentan de sus consecuencias como son la inseguridad, la inestabilidad, las desigualdades, las migraciones climáticas o los estados de shock tras catástrofes climáticas. Así en COP24, los Estados Unidos de Donald Trump, junto con el Brasil de Bolsonaro y países petroleros como Arabia Saudí o Rusia, han impedido conscientemente que se alineara la ambición climática con la realidad científica. Lamentablemente, este proceso también se manifiesta en Europa. Fue el vice primer ministro de Austria quien, en plenas negociaciones de la Cumbre, negó la influencia de las personas en el cambio climático, al tiempo que el presidente polaco, anfitrión, defendía seguir subvencionando el carbón y utilizando sus reservas durante 200 años más.

Pero los actores que estarían en disposición de compensar esta balanza liderando la ambición climática mundial, como la Unión Europea, no han asumido posiciones suficientemente ambiciosas. En algunos casos, porque se están trumpizando al negarse a aceptar la magnitud, urgencia y alcance del problema. En otros casos porque, pese a reconocerlo, pesan más la apatía climática, el miedo a la falta de rendimiento electoral y la ausencia de visión política para aprovechar las enormes oportunidades económicas y sociales de una transición ecológica. Es el caso de países como Francia, artífice del Acuerdo de París, cuyo papel en esta cumbre climática ha sido extremadamente limitado, véase invisible: ni siquiera vino su ministro de Medio Ambiente. Tras la revuelta de los chalecos amarillos, doblemente golpeados por un sistema a la vez injusto e insostenible, el gobierno Macron ha quedado noqueado y ha reculado sobre todos los frentes: ni ambición ecológica, ni justicia climática. Mientras tanto, quien capitaliza la frustración de los perdedores de la injusticia social y ecológica es la extrema derecha francesa.

Si queremos frenar a la ultra derecha sin frenar la lucha contra el cambio climático, tendremos que dar una respuesta a las demandas de justicia social desde la urgencia climática. Tendremos que dejar claro que transición ecológica y transición justa van de la mano. Con la acción climática, es posible y necesario llevar a cabo una gran transformación social que permita que las personas más vulnerables, las que más necesitan así como las clases populares y medias sean las más beneficiadas por la transición ecológica. Nadie tendría que decidir entre fin del mundo y fin del mes.

Por tanto, hagamos de la lucha climática la lucha social del siglo XXI: en nuestros barrios, en las calles, en las empresas, en nuestro día a día y en las instituciones. En cuanto a este último, empecemos por el ciclo electoral del 2019: combatamos a la extrema derecha desde la justicia social y climática.


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