Stopub: «guerilla» urbana contra la invasión publicitaria

El 17 de octubre un puñado de activistas responde a un llamamiento realizado via Internet por los Profesionales del espectáculo movilizados desde el verano contra las reformas de su estatuto laboral por el gobierno francés. Armadas con pintura y marcadores, unas cincuenta personas se dan cita en el Metro parisino y atacan los espacios publicitarios arrendados por la compañía pública de transporte (RATP) a empresas privadas. Al día siguiente, la sorpresa es total: los usuarios del Metro descubren cientos de afiches rotos o pintados, acompañados de slogans anti-consumistas. Así nace Stopub, un movimiento original que opera desde entonces de manera descentralizada y no jerárquica en las entrañas de París. Florent Marcellesi, miembro de los Jóvenes Verdes franceses y activista anti-publicitario, comparte con Macadam su experiencia y nos explica el sentido de estas intervenciones.

Macadam:  Florent, podrías decirnos, ¿cuándo y cómo surge Stopub?

Florent: Stopub surge en octubre del año pasado. El punto de partida fue un llamado por Internet, un poco como en los «raves partys»: tras un llamado inicial, la voz se corre gracias a los Sms (mensajes por celulares) y los e-mails. Stopub fue una iniciativa de los Profesionales del espectáculo  para protestar contra la invasión publicitaria de la ciudad. Este llamado no se destinaba, sin embargo, exclusivamente a los miembros de este gremio. Fue una convocatoria abierta a todos los estudiantes, investigadores y usuarios del transporte público quienes consideran que la publicidad representa una invasión del espacio público por una lógica privada.  En la primera acción no había mucha gente pero en la segunda ya éramos unas 100 personas operando en diferentes estaciones del Metro de París. Estaban además presentes la prensa oficial y medio alternativos como Indy Media. Gracias a esta cobertura, tanto la existencia del sitio web de Stopub como  nuestras acciones se dieron a conocer.

M.: ¿En qué consisten sus acciones?

F.: Nos damos cita en un punto de la ciudad y bajamos todos juntos al Metro. Llevamos  pinturas, sprays y marcadores. Las consignas son bastante claras: escribir y pintar sobre la publicidad Abogamos por servicios públicos sin publicidad y nos negamos por lo tanto a degradar las instalaciones del Metro. Concretamente, ocupamos los diferentes wagones de un Metro y nos bajamos todos a la vez en la misma estación. Mientras algunos pintan sobre los carteles publicitarios, otros distribuyen volantes informativos para explicar a los usuarios el motivo de la inervención. Pensamos que todo el dinero que nuestra sociedad invierte en la publicidad podría emplearse en la solidaridad con los países del Sur, por ejemplo. Nuestra idea consiste en decir que no hay ninguna fatalidad en la existencia de la publicidad y que es posible reemplazar los espacios publicitarios. En París, las estaciones del Metro más conocidas (Louvres, Cluny-La Sorbonne, Concorde…), las estaciones por donde pasa la mayoría de los turistas, no tienen ninguna publicidad. Están adornadas con obras de arte. En Nápoles también han empezado a poner obras de arte en las estaciones.

M.: La primera acción fue el 17 de octubre 2003, ¿estabas presente?

F.:  No estuve en la primera acción pero sí en las siguientes. La primera vez que participé, la acción fue muy festiva. Vas en el metro, no sabes bien que pasa, no hay un jefe que te dice qué hacer. Todo el mundo se ríe. Es un gesto político que haces sin pensar en todas sus consecuencias. Es un gesto de desobediencia civil sin violencia. Mi segunda participación fue mucho menos festiva. El ayuntamiento de París había llamado a la policía porque sabían que si nos dejaban actuar se sumaría cada vez más gente a nuestras acciones. Antes de entrar a la estación a la que nos dirigíamos nos rodeó la policía. Estuvimos inmobilizados dos horas antes de ser conducidos a la comisaria donde nos retuvieron durante tres horas.

M.: Ya hablaremos luego de la respuesta de las autoridades pero antes cuentanos un poco de la organización. ¿Cuál ha sido el papel del Internet en la mobilización ?

F.: El Net ha sido muy positivo en la medida en que el sitio web de Stopub permitió que se  transmitieran los llamados para que se sumaran las personas a las acciones. Sin embargo, después de tres operaciones, el Net se convirtió en un problema porque todo el mundo (incluyendo las autoridades) se enteraba de nuestras citas.

M.: Tengo entendido que Stopub es un movimiento decentralizado, con muy poca jerarquía…

F.: El movimiento Stopub es totalmente decentralizado. Hubo una coordinación incial a la que se fueron sumando individuos y pequeños grupos autónomos. El nombre que figuraba en el sitio Internet de Stopub era el de un músico fallecido hace años: Robert Johnson. Al igual que en México podemos decir con los zapatistas que todos somos Marcos, aquí todos somos Robert Johnson. Todos somos parte de una resistencia global sin cabeza.

M.: El objetivo de Stopub fue atacar la publicidad en el Metro. ¿Cuáles son los motivos de estas acciones? ¿Por qué en el Metro?

F.: El Metro es un lugar simbólico de París. Es un lugar que estructura la ciudad. Si algo sucede en el Metro, forzosamente todo el mundo lo va a saber. El Metro es además un espacio público que se financía con dinero privado provenienente de la publicidad que se expone en sus pasillos. El Metro es finalmente el espacio de la ciudad en el que hay más publicidad por metro cuadrado. Las motivaciones dependen de las personas. Hay una primera clase de personas que se preocupa exclusivamente por el aspecto visual de la publicidad. Abogan por ciudades sin publicidad porque consideran que la publicidad degrada el entorno.  Los ecologistas vemos en cambio la publicidad como el símbolo de un sistema global que siempre requiere más consumo para sobrevivir. Este sistema no es sostenible para nosotros. Atacamos, por lo tanto, el símbolo del productivismo.   Pensamos además que los transportes públicos no deben ser financiados con dinero privado.

M.: Los eslogans como «la publicidad organiza la frustración» y el pirataje de los carteles publicitarios recuerdan el espíritu de mayo del 68 y las prácticas situacionistas…

F.: No sé si son referencias directas al 68. Poca de la gente que participó en nuestras acciones conoce a los situacionistas. Lo que pasa es que actuamos con gente del medio del arte. Sabemos que el mensaje tiene más fuerza si se subvierte un mensaje inicial. Es una práctica menos agresiva y que además hace pensar.

M.: Las acciones de Stopub expresan a la vez una crítica a la sociedad de consumo y una voluntad de reapropriación artística del espacio público. Política y estética van aquí de la mano…

F.: Sí, ambas cosas van juntas. Pero más que de estética y política se trata en mi opinión de una cuestión democrática. Nosotros queremos decidir sobre nuestro espacio público.

M.:  ¿En qué espacios debería permitirse la  publicidad ?

F.: La publicidad debe estar en los lugares privados como los supermercados. La palabra publicidad no es necesariamente peyorativa. Su sentido original es el de hacer público mensajes de interés general. Hoy la publicidad se ha vuelto exclusivamente comercial. Nuestra idea consiste en volver a separar las cosas. Abrir el espacio público a lo que debe ser público y confinar lo comercial a su esfera.

M.: ¿Qué medidas políticas se pueden tomar para limitar la presencia de la publicidad en los espacios públicos ?

F.: Están los reglamentos urbanísticos; una gran parte del trabajo consiste en hacer respetar el reglamento existente. Luego se puede pensar en medidas fiscales como establecer un impuesto a la publicidad. Finalmente, podemos en tanto partido ecologista influir en la política de la compañía de transportes públicos franceses (RATP) para que revise su programa de financiamiento.

M.: ¿Cuál fue la respuesta de los usuarios del Metro?

F.: Las respuestas fueron diferentes. Mucha gente piensa que nuestras acciones son positivas. Creo que la mayoría de la gente estaba de acuerdo con nosotros pero no quiso acompañarnos por miedo a la desobediencia. En un país legalista como el nuestro, la ley es un muro infranqueable. También hubo gente que se fue sumando al movimiento. En una ocasión  participaron hasta 500 personas.

M.: ¿Cuál ha sido la respuesta de las autoridades del Metro parisino?

F.: Por un lado, nos han ofrecido espacios vírgenes en el Metro para que podamos expresarnos. Pero por otro lado, la respuesta ha sido muy legalista. Muchas personas fueron detenidas en las diferentes operaciones y 62 fueron llevadas ante la justicia. El objetivo de este juicio fue muy claro: se trataba de asustar a los activistas y a las personas que podrían eventualmente participar un día en este movimiento. Sin embargo, gracias a este juicio los «anti-pubs» pudieron expresarse públicamente.  Su presencia en la corte les dió la oportunidad de pronunciarse contra la publicidad. Aunque algunos activistas fueron condenados y tendrán que pagar multas, los verdaderos perdedores de este juicio son los intereses privados quienes tendrán que participar en el debate que abrimos.

M.: ¿Cuál es hoy la situación del movimiento?

F.: Estamos en una pausa para pensar cómo seguir la lucha. Tenemos que salir del Metro, seguir nuestro trabajo en el espacio público en general. Después de la desobediencia civil, la lucha debe continuar en el terreno político. Antes de estas acciones, los representantes electos del partido ecologista no eran escuchados cuando se pronunciaban contra la publicidad. Ahora, con estas acciones, sus intervenciones tendrán más alcance. Aquí vemos como la acción política  puede funcionar si hay detrás un movimiento ciudadano activo y mediatizado que la respalde.

M.: ¿Cuál es tu balance de Stopub?

F.: El punto positivo de todo esto es que hemos abierto el debate.

Por David Puig, entrevista traducida del francés por Macadam y publicada en http://www.moushion.com/macadam/entrevistasbase.swf


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