Prólogo del libro «Adiós al crecimiento»

adios-al-crecimiento Portada

Jean Gadrey, economista y miembro del consejo científico de ATTAC Francia, Florent Marcellesi, coordinador de Ecopolítica, Borja Barragué, investigador de la UAM y miembro de Ecopolítica.

Prólogo del libro Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible

Desde 2008, y al igual que el resto de Europa, España atraviesa a nivel local y estatal una crisis social y económica cada vez más aguda y trágica. Recesión, paro, pobreza, desconfianza en el futuro y en las instituciones, o actos de desesperación inundan la sociedad.

De acuerdo con el paradigma económico dominante, el diagnóstico es claro: el Estado ha gastado demasiado. La solución es igual de clara: austeridad impuesta a expensas de grandes sacrificios (vía aumentos de impuestos y devaluación salarial) y recortes en los servicios y prestaciones del estado del bienestar. Sin embargo, este remedio no ha dado, hasta el momento, ningún fruto. Más bien, a juzgar por los datos de los institutos nacionales de estadísticas sobre pobreza, exclusión social y desempleo así como por las previsiones económicas de los organismos internacionales, todo lo contrario: agrava la recesión y condena a las generaciones futuras.

Desde las izquierdas progresistas, nos llega otra explicación: la crisis se debe al crecimiento desmedido del sector financiero. En 2007, si bien tenía una deuda privada alta, España no tenía en absoluto una deuda pública insoportable, sino que era uno de los mejores alumnos de la Unión Europea: su deuda pública como porcentaje del PIB era del 35% en 2007, una cifra sensiblemente inferior a las de Francia (72,3%) o Alemania (65,3%). A pesar de esto, desde 2011 (con un ratio de deuda/PIB inferior todavía en aquel momento a Francia y Alemania), se ha convertido en la diana favorita de los mercados. Por tanto, solemos oír que es necesario retomar las riendas desde el Estado y activar de nuevo la máquina económica hacia más crecimiento, más demanda interna, más consumo, más empleo, más productividad y más poder adquisitivo. Desde luego, esta visión es más convincente que la primera, puesto que la excesiva expansión, a la larga contraproducente, del sector financiero forma parte de la explicación de la situación. Esta segunda perspectiva es también insuficiente y da lugar a su vez a respuestas parciales y, en parte, equivocadas.

De hecho, ¿por qué los inversores nacionales y, sobre todo, internacionales atacaron la deuda pública española cuando ésta era inferior a otros países (todavía) protegidos? Porque lo que les preocupaba era el elevadísimo endeudamiento privado y, en particular, el crédito promotor e inmobiliario del sistema financiero español. Preveían que la posible quiebra de algunos bancos y sobre todo cajas de ahorro españolas pondría en peligro las finanzas públicas, preveían que en tiempo de crisis las pérdidas se socializan, y ello al menos por tres motivos:

  1. La enorme complicidad entre la clase política, la financiera y la empresarial, sobre todo en el sector inmobiliario;
  2. La (prácticamente) inexistente posibilidad de fiscalización ciudadana, más allá de la ejercida cada cierto tiempo en las urnas;
  3. El diseño institucional europeo, según el cual el BCE no está autorizado para actuar como prestamista de última instancia (hasta el punto de que en la crisis europea de deuda soberana el FMI ha adoptado en buena medida ese papel).

Pero no nos quedemos ahí, sigamos profundizando en las raíces de la crisis económica del 2008 y analicemos lo ocurrido en los tiempos de bonanza anteriores. Como señalaba acertadamente Joseph Stiglitz hace un par de años en referencia a Estados Unidos, el fuerte crecimiento de los años 1997-2007 era insostenible a todos los niveles: económicamente, por las enormes deudas públicas y, sobre todo, privadas que el modelo parece asumir; en lo social, por la explosión de las desigualdades; y en lo ambiental porque la huella ecológica de los países con mayor Producto Interno Bruto per cápita supera con creces los límites del planeta.

Esto que Stiglitz afirma para el caso de EEUU es aplicable a España. Los créditos inmobiliarios de dudoso cobro en el caso del sistema financiero y las deudas hipotecarias excesivas en el caso de las familias no son sino el reflejo de la apuesta por un sistema orientado al cien por cien al crecimiento por el crecimiento. Mientras crece la tarta sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los ingredientes, el liberal-productivismo (es decir un modelo de desarrollo que asocia el neoliberalismo hoy dominante con el productivismo de la sociedad industrial) consigue garantizar una base material suficiente para la ansiada paz social. En este contexto, el capital puede al mismo tiempo acaparar una parte creciente para sus beneficios y dejar a las personas que tienen un empleo parte de los aumentos de productividad para su poder adquisitivo. En el momento en el que se eche a perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen demasiados trozos, o todo a la vez como en la crisis actual), la fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado). Ocurre simplemente que no hay crecimiento infinito posible en un planeta finito, ni justicia social sostenible sin poner fin al culto al crecimiento.

Pero ¿en qué se manifestó exactamente este culto al crecimiento en la España? Tenemos por un lado las obras faraónicas, todos estos megaproyectos social y ecológicamente inútiles, promovidos unas veces por el Estado y otras por las Comunidades autónomas, con la ayuda entusiasta de constructores, promotores inmobiliarios, bancos y cajas de ahorro. Sin ninguna voluntad de ser exhaustivos, solo recordaremos que España es hoy el líder europeo en kilómetros de autopista (habiendo desarrollado en la última década más kilómetros que Alemania, Francia e Italia juntas) y de líneas de tren de alta velocidad (solo superado en el mundo por China, 19 veces más grande en superficie). De entre los más de 50 aeropuertos construidos (es decir, 13 más que en Alemania, donde vive aproximadamente el doble de población), solo 8 de ellos son rentables y algunos, tras una inversión millonaria como el de Huesca y Castellón, permanecen (prácticamente) inactivos.

Por su parte, el boom inmobiliario ha sido devastador. Entre 1997 y 2007, el peso del sector de la construcción en el valor añadido bruto pasó del 7,1% al 12,3%, la proporción más elevada dentro de la Unión Europea. En este mismo periodo, el valor de las viviendas aumentó alrededor de un 300%. De esta manera, mientras que en 1997 era necesario dedicar el salario medio neto de 5 años para poder adquirir una vivienda de 90 m2, en 2007 se necesitaba el salario medio neto de 12 años. El resultado de esta burbuja inmobiliaria adopta ahora la forma de pesadilla: desde el inicio de la crisis, han tenido lugar más de 400.000 desahucios; muchos territorios y costas han sido irreversiblemente dañados; hay más de 4 millones de viviendas vacías, mientras que las viviendas por terminar de construir ascienden a otro millón más; de las 48 Cajas de ahorro solo quedan 11, con el estigma de años de mala gestión, corrupción y neocaciquismo.

El panorama es sin duda desolador pero las alternativas existen. Ante todo, existen si nos damos cuenta de que la era del crecimiento, la del consumo de masas, con energía barata y abundante, basada en el tener más para vivir mejor, ha terminado. Para siempre, porque no es posible que vuelva y porque tampoco es deseable. Nuestra convicción, expresada de forma muy apretada, es la siguiente: no hay salidas a la crisis desde una economía crecentista. Ya sea en España o en el resto de Europa, este modelo industrial, adicto al crecimiento y a la productividad, se tambalea. Pero esta convicción es también la tesis central del libro, escrito originalmente por Jean Gadrey y adaptado con cuatro pies en España y dos pies en Francia. En total, seis manos para transmitir un análisis documentado de los motivos por los que el crecimiento ya no es una solución viable para enfrentar los retos económicos, sociales y ecológicos, y de por qué creemos que (a pesar de ello) hay razones para tener esperanza y, sobre todo, margen para actuar. El crecimiento no volverá y lo despedimos. En cambio, ahora podemos transitar hacia una nueva era de prosperidad en el Norte y en el Sur, para las generaciones presentes y futuras, donde es posible aprender a vivir bien y ser felices dentro de los límites ecológicos del Planeta. Somos conscientes de que el camino no es fácil pero depende de todos y todas dar la bienvenida al “vivir bien en un mundo solidario y sostenible”.

(prólogo escrito en diciembre del 2012)

Para tener toda la información sobre el libro (índice, sinopsis, puntos de venta, etc.), pincha aquí: “Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible”

Para conocer las fechas de presentación pública del libro, pincha aquí.

Si quieres realizar una presentación, contacta conmigo.


17 thoughts on “Prólogo del libro «Adiós al crecimiento»”

  1. Enhorabuena que aparece tan valioso documento Seguro que llevara a repensar en nuevas salidas a la crisis no solo la Espanola sino de mas paises y de esquemas mundiales

    1. Gracias. Efectivamente, muchas de las propuestas son aplicables a más contextos y espero os sea de utilidad también a la gente que vivís en otros países. Por cierto, como me parece escribes de México, te comento que el libro también se puede adquirir allí:

      MÉXICO

      COLOFÓN, S.A.

      FRANZ HALS 130 – COL. ALFONSO XIII
      01180 ÁLVARO OBREGÓN,
      MÉXICO D.F.
      TELF. 55 5655041 / FAX: 55 5655332
      Email: colofon@prodigy.net.mx

      Para el resto de América Latina, consultar esta web de nuestra editorial El Viejo Topo: http://www.elviejotopo.com/web/quienessomos.php

  2. No deberíais caer en el empleo (y con ello, validación) de la neolengua de los que nos desgobiernan. No, no es «austeridad». La austeridad es un valor positivo en un mundo necesariamente más simple pero estáis contribuyendo a desprestigiarlo, a cambiarle el sentido, dando por bueno su uso para definir las políticas actuales, que pretenden ser austeras pero despilfarran escandalosamente en lo que les conviene (ayudas a bancos, subvenciones a empresas que destruyen nuestro medio natural, etc.). No les sigáis el juego.

  3. «La solución es igual de clara: austeridad impuesta a expensas de grandes sacrificios (vía aumentos de impuestos y devaluación salarial) y recortes en los servicios y prestaciones del estado del bienestar. Sin embargo, este remedio no ha dado, hasta el momento, ningún fruto.»

    Sí, sí que les ha dado fruto: ha trasferido riqueza a un determinado conjunto de empresas y personas. Que no dé el fruto que ellos ponen como supuesta justificación de sus políticas pretendidamente «austeras» no quiere decir que no estén teniendo éxito en su última y oculta intención, que no es otra que el saqueo de un Estado y una civilización en ruinas. Nuestro emperador colabora con los bárbaros para saquear el imperio decadente del Bienestar Industrial.

  4. «Desde las izquierdas progresistas, encontramos otra explicación: la crisis se debe al crecimiento desmedido del sector financiero.»

    Y ¿el choque con los límites del planeta (principalmente el energético fósil) no tiene nada que ver? ¿Seguimos en análisis miopes y alejados de la realidad biofísica del planeta? Da igual que el análisis parta de la izquierda o de la derecha: si no se cuenta con el trasfondo de la crisis entrópica en la que estamos entrando seguiremos dando palos de ciego y perderemos un tiempo vital para salvar lo que se pueda de esta civilización que colapsa sin su base energética… Me extraña de unos defensores del Decrecimiento. Si fallamos en el diagnóstico, mal podremos acertar con las soluciones.

    1. Claro. Es justamente lo que criticamos: que muchas izquierdas progresistas no tienen en cuenta el fin del crecimiento y los límites ecológicos del Planeta…!

      1. Si es así no entiendo a qué viene esa frase en el prólogo del libro… Quizás no lo he entendido bien sin tener el contexto del libro, aunque creo que el texto debería ser autoexplicativo para evitar equívocos.

        Acerca de la relación entre izquierda política y el fin del crecimiento, quizás conozcas este debate que tuve con un responsable de Izquierda Unida: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=119266 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123771

    2. Te contesto aquí a tu último comentario («Si es así no entiendo a qué viene esa frase en el prólogo del libro…» que no me deja responder el programa más abajo). Hmmm me cuesta entender donde está el fallo. ¿Quizás sea de redacción cuando decimos «encontramos»? es una descripción de lo que hay en esta parte del espectro ideológico (las izquierdas progresistas), no una adhesión a esta visión. De hecho, luego a continuación explicamos que «Esta segunda perspectiva es también insuficiente y da lugar a su vez a respuestas parciales y, en parte, equivocadas»… Nuestra tesis es clara: cualquier teoría social y política que no integre los límites del crecimiento y de la naturaleza nos lleva al fracaso. Una sociedad del vivir bien pasa por salir de las lógicas industriales, fordistas y crecentistas.

      En cuanto a los enlaces que me has pasado, estoy muy de acuerdo contigo en lo que escribes y argumentas. Por mi parte, lo tengo claro: es hoy difícil (auto)etiquetarse como transformador sin incorporar la sostenibilidad fuerte y, sobre todo, que lo que se avecina es probablemente un colapso o un ecofascimo. Es evidente que si cambia el escenario de futuro, tiene que cambiar la estrategia de lucha.

      Bueno, espero te puedas leer el libro entero y mandarme tus críticas y observaciones.

      1. Pues en efecto, era un problema de redacción, está claro. No se entiende lo que queríais decir, el menos yo no lo entendí así. La redacción no ambigua debería haber sido «En la izquierda nos encontramos con otra explicación» o «Desde posiciones de izquierda se da otra explicación» (evitando la 1ª persona). Al usar la primera persoa y decir «desde la izquierda» se entiende (o puede entender) que esa explicación es la que «encontráis» vosotros y que estáis situados en la izquierda. Muy desgraciada redacción donde os jugó una mala pasada la combinación del verbo «encontrar» con el sustantivo «explicación». Lo raro es que ninguna persona de las que imagino revisó el texto se percatase de que podía entenderse justo de la manera contraria.

        Por mi parte aclarado queda.

        En cuanto a lo de enviarte comentarios sobre el libro… estoy en «economía de guerra» y me temo que hace tiempo que no me puedo permitir comprar libros 🙁 ¿Habrá versión digital gratuita?

  5. «Mientras crece la tarta sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los ingredientes, el liberal-productivismo (es decir un modelo de desarrollo que asocia el neoliberalismo hoy dominante con el productivismo de la sociedad industrial) consigue garantizar una base material suficiente para la ansiada paz social. En este contexto, el capital puede al mismo tiempo acaparar una parte creciente para sus beneficios y dejar a las personas que tienen un empleo parte de los aumentos de productividad para su poder adquisitivo. En el momento en el que se eche a perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen demasiados trozos, o todo a la vez como en la crisis actual), la fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado). Ocurre simplemente que no hay crecimiento infinito posible en un planeta finito, ni justicia social sostenible sin poner fin al culto al crecimiento.»

    Muy acertado, pero hay que decir claramente que esa tarta menguante está en la base de los problemas actuales. No es algo por venir, sino que lo tenemos ya aquí y lógicamente repercute en el sistema financiero y provoca sus crisis (empeoradas por sus otros defectos intrínsecos, que vosotros y otros economistas de izquierdas bien apuntáis). Las consecuencias de que el sistema deje de ser viable no es sólo el fin de la paz social y del Estado de Bienestar que la soportaba, sino el final de una civilización, la industrial, que requiere un determinado nivel de excedente energético para sustentarse. Estamos ya cerca de Tasas de Retorno Energético (EROI le llaman en inglés), muy cercanas al mínimo imprescindible, y siguen cayendo en picado. Esto supone ni más ni menos que el fin no sólo del Estado de Bienestar, no sólo de la mundialización neoliberal, no sólo del capitalismo… sino de la actual civilización.

    1. Hablaré de la cuestión del Estado del Bienestar y de la Tasa de Retorno energético en un artículo que saldrá en julio en la Revista Ecología Política.

Responder a casdeiro Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *