Hebrón y Susiya: símbolos de la ocupación y el apartheid en Palestina

Florent Marcellesi (@fmarcellesi) Portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo, que visitó del 20 al 24 de julio del 2015 Israel y Palestina con una delegación de Los Verdes Europeos.

Artículo publicado en Público el 23 de julio del 2015.

Segundo día en Israel y Palestina. Visitamos Hebrón. Esta ciudad está habitada por 200.000 palestinos, 800 colonos israelíes y 600 militares israelíes. Hebrón, joya histórica de las tres principales religiones monoteistas, es hoy una ciudad partida y ocupada. Por su centro, no tienen derecho a transitar los palestinos, que por cierto viven bajo la ley militar. Solo lo pueden hacer las personas con DNI israelí o con pasaporte autorizado (como el mío), y por supuesto, los militares que vigilan continuamente la zona (jóvenes de 18-20 años que realizan el servicio militar obligatorio). En Hebrón a día de hoy se aplica el apartheid.

La palabra indignación se queda corta, ante la situación de la población palestina en los territorios ocupados. Israel incumple sistemáticamente las resoluciones de la ONU, la legislación internacional y ha implantado una estructura socio-económica que viola de forma estructural los derechos humanos del pueblo palestino. Por el contrario, los colonos israelíes están por encima de bien y del mal, gracias a la protección de su gobierno, de su ejército y, en mayor o menor medida, de su sistema judicial.

 

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Check Point en los territorios ocupados. F.M.

Los colonos lo tienen claro: Hebrón es la Tierra Santa que la gracia de Dios les ha otorgado y no cesarán en su empeño de recuperarla, sea cual sea el tiempo necesario. Aquí cuentan el derecho divino y los tiempos bíblicos, no los humanos, lo que da un valor radicalmente distinto a la vida de las personas. El fin por encima de los medios.

Para recuperar Hebrón los colonos han disfrutado de la complicidad de los sucesivos gobiernos de Israel (de derechas y de izquierdas) y de la pasividad de gran parte de la sociedad israelí, que no ve o no quiere ver, los tremendos costes humanos y deterioro de la imagen de Israel en la escena internacional, que este objetivo finalista supone.

Pero no toda la sociedad israelí opta por un silencio cómplice. En este segundo día de viaje nos ha acompañado la ONG Breaking The Silence, una organización creada por ex-militares israelíes que recogen y difunden testimonios de soldados, para alertar y sensibilizar de la situación en territorios ocupados. Con la poca capacidad de la Autoridad Palestina de superar sus propios problemas (corrupción, no renovación de élites, etc.) y la escasísima voluntad de la comunidad internacional -empezando por la Unión Europea- de plantarse de una vez ante tal despropósito, la contrainformación que realizan las organizaciones civiles es vital para visibilizar la terrible situación del pueblo palestino frente al aparato mediático del Estado de Israel. Son David contra Goliat, luchando día a día para que no normalicemos la indecencia.

Después, hemos acudido a Susiya, al sur de las montañas de Hebrón, pueblo sobre el que pesa una orden demolición (por enésima vez) por parte de Israel. A escasos metros, los asentamientos ilegales de colonos judíos protegidos por su ejército. Las desigualdades sociales son demoledoras, a un lado Susiya, donde la gente sobrevive en tiendas precarias y, al otro, los asentamientos judíos, donde hay todo tipo de comodidades. Paradójicamente, gran parte de las (pocas y frágiles) infraestructuras de Susiya han sido financiadas por la cooperación europea, que vuelve, una y otra vez, a construir los equipamientos que Israel destruye.

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Pintada contra las demoliciones en Susiya. F.M.

La amenaza actual sobre Susiya es resultado de una denuncia interpuesta hace tres años por Regavim, una organización de derechas israelí, que utiliza el sistema de justicia israelí para lograr la demolición de edificios palestinos. Israel afirma que las estructuras de la aldea son ilegales (aunque reconocen que la tierra les pertenece), mientras se niegan a dar a los aldeanos los permisos necesarios para que no lo sean, como tampoco les permiten el acceso a servicios tan básicos como el agua o la electricidad.

Estamos ante la expresión palpable de la estrategia de ocupación israelí: poner todos los recursos posibles legales, militares, urbanísticos, etc. al servicio de la expulsión paulatina de los habitantes locales y su sustitución por colonos. Por desgracia, en Palestina, hay muchas Susiyas.

Afortunadamente, en las últimas semanas el caso de Susiya se ha metido en la agenda diplomática y en las relaciones entre Israel y Estados Unidos y la Unión Europea. De hecho, los ministros de Exteriores de la UE han pedido a Israel que detenga sus planes para el traslado forzoso de la población y la demolición de viviendas palestinas. Y la semana pasada, John Kirby, portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, advirtió que cualquier demolición o desalojo sería “perjudicial y provocadora”.

Pero, ¿será suficiente? Lo que está claro es que una de las pocas cosas que tienen hoy tienen influencia sobre el Gobierno de Israel es la presión internacional, en particular, la europea. ¿A qué esperamos para utilizar toda nuestra capacidad de presión? La Unión Europea debe estar a la altura de las circunstancias y contribuir, de una vez por todas, a la construcción histórica de la paz.


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