Prosperidad sin crecimiento: el cambio en marcha

Entrevista a Florent Marcellesi en el periódico italiano Il Cambiamento. Realizada por Giovanni Fez, 28 de enero del 2014. Disponible en versión italiana original aquí.

“El crecimiento es un dogma de fe en el sistema económico actual pero el crecimiento es el problema porque el modelo actual no funciona». Florent Marcellesi, coordinador del centro de estudio y formación Ecopolítica, es uno de los jóvenes pensadores más lúcido en esta Europa donde la base de la pirámide social se tambalea y busca una vía de salida.

Su último libro  “Adiόs al crecimiento” ha sido escrito junto con Jean Gadrey, economista y miembro del consejo científico de Attac Francia, y Borja Barrangué, investigador en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de Ecopolítica. Marcellesi es el coordinador del centro de estudio y formación Ecopolitica, tiene 34 años y las ideas muy claras. Le hemos pedido que nos contara como ha resumido en sus libros, sobre todo en el último, la reflexión fruto de años de activismo y de investigación.

Pregunta: El crecimiento: todos dicen que es necesario para superar la crisis y encontrarse de nuevo con el bienestar. ¿Piensas que esto es cierto?  En tu libro, ¿cómo defines el crecimiento? 

El crecimiento es un dogma de fe en el sistema económico actual. Y sobre todo, es lo que estructura nuestras economías occidentales, principalmente a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Cuando hablamos de crecimiento, hablamos ante todo del «crecimiento del Producto Interno Bruto» (PIB). En esta economía tiene que crecer el PIB, es decir el aumento de cantidades producidas e intercambiadas en el mercado. Dicho de otro modo, tiene que crecer la tarta económica y material para su consiguiente reparto entre capital y trabajo, ya sea a través del mercado o del Estado. Mientras crezca a buen ritmo la tarta en el “modo pleno empleo, aumentos de productividad y progreso tecnológico”, el capital tendrá garantizado una parte constante, o incluso creciente, del pastel para sus beneficios, y las personas trabajadoras tendrán garantizados (gracias a la redistribución de una parte de los aumentos de productividad) un empleo y el refuerzo de su poder adquisitivo.

¿Es el crecimiento la solución o el problema?

Es el problema porque este modelo de (relativa) paz social basada el crecimiento ya no funciona! ¿Qué pasa cuando se echa a perder o se agote la tarta? ¿Qué pasa cuando está envenenada, escasea un ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen demasiados trozos, o todo a la vez como en la crisis actual? Pues la fiesta se acaba y la vuelta a la realidad es particularmente dura y cruda. Aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado. De hecho, hoy en día hay socialismo de Estado para los más ricos y capitalismo salvaje para los más pobres, además en un mundo cada vez más inseguro, bélico e insostenible.

¿Así que sería simplemente un obstáculo a la resolución de la crisis?

Una de dos con el crecimiento. En tiempos de recesión la economía del crecimiento nos conduce al colapso social, como las tasas de paro, de pobreza y desigualdad socialmente inasumibles (como en Italia, España y resto del Sur de Europa). En tiempos de bonanza nos lleva directamente al colapso ecológico (crisis energética, climática, alimentaria y pérdida de biodiversidad). Además ¿para qué luchar por algo que no volverá? Estamos asistiendo a una decadencia estructural y progresiva del crecimiento del PIB en los países occidentales. Todo indica que estamos saliendo de la era del crecimiento. Vamos a tener que aprender a vivir con tasas de crecimiento bajas, nulas o negativas.

¿Cuáles son para ti las causas de esta crisis? ¿Cuál es la tesis de vuestro libro?

Son múltiples, todas interrelacionadas. Hay causas ecológicas: no querer reconocer que vivimos en un planeta finito. Hay causas económicas: construir un sistema basado en la acumulación, en los beneficios y la mercantilización de la vida. Hay causas sociales: pensar de forma equivocada que la desigualdad y la competencia son motores del progreso. Hay cuestiones culturales: preferir el lenguaje de los bienes materiales al de las relaciones sociales. Hay causas democráticas: habernos entregado a un democracia representativa cada vez menos real y menos eficiente.

¿Existe una prosperidad sin crecimiento? ¿Podríamos estar mejor que con el bienestar que hemos tenido hasta ahora?

Claro! Para ello, podemos y debemos redefinir de forma colectiva y democrática cuáles son nuestras necesidades. En el fondo, se trata de responder a algunas preguntas fundamentales y existenciales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos? Y estas diferentes actividades humanas -producción, consumo, trabajo- tienen que enmarcarse dentro de la capacidad del planeta. Luego es prefectamente posible prosperar sin crecer. ¿Cómo? (Re)Distribuyendo las riquezas económicas (instaurando una renta básica y una renta máxima), la tierra y los recursos naturales en base a la justicia social y ambiental. Repartiendo los trabajos, ya sean productivos o reproductivos. Reconvertiendo el modelo productivo hacia uno sostenible a través de empleos verdes y decentres y de la relocalización de la economía en circuitos cortos de consumo y producción. Desmercantilizando gran parte de nuestras actividades y descolonalizar nuestras mentes fuera de la lógica del crecimiento.

¿Cuáles son las condiciones necesarias para poner en marcha una prosperidad sin crecimiento?

Cambio cultural y estructural, cambio político y social, cambio local y global, cambio personal y colectivo… Es un proyecto multiescalar donde debemos tener la capacidad de influir en todos los aspectos de la vida, porque de lo que se trata es cambiar el sistema! La buena noticia es que esta transición ecológica hacia una sociedad del vivir bien en un mundo finito ya está en marcha a través de multidudes de iniciativas: cooperativas de energía, de consumo, de finanzas éticas, de vivienda, o movimientos de soberanía alimentaria, ciudades en transición etc. Se trata de generalizar estas experiencias, tejiendo redes a nivel local y global y sabiendo cristalizar nuestros avances en las instituciones y en la sociedad. Si lo conseguimos, será sinómino de mayor justicia, bienestar, paz, seguridad, democracia y sostenibilidad.

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