¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI (parte 1)

Por Florent Marcellesi, coordinador de Ecopolítica y miembro de la Revista Ecología Política.

Publicado en la revista Cuides, nº9, octubre 2012 (1). El artículo completo se irá difundiendo en 8 partes diferentes. Empezamos esta saga de la ecología política con la primera entrega sobre «la génesis ecologista: de la estética a la supervivencia».

En el mundo entero, el movimiento ecologista reúne a muy diversos movimientos sociales y políticos, como asociaciones, partidos, organizaciones no gubernamentales, plataformas ciudadanas, activistas, etc. Parte de ellos, principalmente los que buscan una transformación de la sociedad o de las instituciones, se refieren a la “ecología política” o “ecologismo político” para definir su ideología común.(2) Mucho se ha debatido acerca de si la ecología política se puede considerar como ideología o si representa un conjunto de valores que, además, se pueden incorporar a —es decir, pueden reverdecer y actualizar— otras ideologías reconocidas y asentadas. En este artículo, siguiendo los pasos de Andrew Dobson, se establece la hipótesis de que se puede describir y evaluar la ecología política como «un conjunto de ideas con respecto al medio ambiente, las cuales pueden ser consideradas propiamente como una ideología: la ideología del ecologismo» (1997: 21). Más concretamente, la ecología política conforma una ideología global que responde a las tres características que plantea Dobson:

En primer lugar, [las ideologías] deben promover una descripción analítica de la sociedad: un mapa compuesto por puntos de referencia que permita a sus usuarios orientarse en el mundo político. Como segunda característica, deben prescribir una forma particular de sociedad empleando creencias acerca de la condición humana que sostiene y reproducen opiniones acerca de la naturaleza de la sociedad prescrita. Finalmente, deben proporcionar un programa de acción política, o mostrar cómo llegar, desde la sociedad en que vivimos actualmente, a la prescrita por la ideología en cuestión. (1997: 23)

En este sentido, a pesar de ser todavía muy desconocida en España, y a menudo reducida a uno de sus componentes como es el ecosocialismo,(3) la ecología política se entiende como un sistema de pensamiento político global y autónomo que responde a unas necesidades históricas concretas. Para analizarla más en profundidad desde este enfoque, exploraremos primero la génesis de la ideología verde, sus cuestionamientos existenciales y sus mitos fundacionales. Segundo, analizaremos más detalladamente lo que hoy llamamos crisis ecológica, es decir el conflicto que opone hoy día la Humanidad y la Naturaleza. Tercero, abordaremos el marco teórico y conceptual de la ecología política para entender sus pautas ideológicas básicas. Allí presentaremos la ecología política como una crítica transformadora de la sociedad productivista y como acción política en busca de sentido y radicalidad democrática. Por último, la ubicaremos en el tablero socio-político, lo que nos permitirá presentar sus grandes orientaciones políticas y estratégicas.

1. La génesis ecologista

En comparación con las ideologías dominantes de los siglos xix y xx, se puede considerar la ecología política como una ideología joven. Como veremos en este apartado, a pesar de una larga trayectoria de movimientos de defensa de la naturaleza desde la primera revolución industrial, el nacimiento del ecologismo como ideología se ubica más bien en la década de los sesenta, con un punto de inflexión fundamental en los acontecimientos de 1968. Porque mientras que los defensores de la naturaleza del siglo xix se quedaron principalmente en consideraciones estéticas sin criticar el trasfondo cultural y estructural de la crisis ecológica que se avecinaba, el ecologismo se interroga sobre el «progresismo», como postulado no criticado y como legitimación, casi tautológica, de la conducta de las sociedades industriales modernas. Al introducir el concepto de supervivencia humana (en condiciones dignas y civilizadas), la ecología política desarrolla un análisis crítico del funcionamiento y de los valores de nuestras sociedades industriales y de la cultura occidental. Para que nazca un conjunto ideológico holístico y coherente, esta crítica del industrialismo y de la modernidad precisa superar la visión romántica de la naturaleza y la cosmovisión cartesiana y determinista. Además, para convertirse en un movimiento aglutinador, necesita unos mitos fundacionales cuyas referencias y valores permitan que las diferentes corrientes de la familia ecologista se sientan identificadas con un sustrato común.

1.1. De la estética a la supervivencia

Las primeras huellas de movimientos organizados en pro de la conservación de la naturaleza se pueden encontrar en la segunda mitad del siglo xix en Inglaterra, y por extensión en todo el Imperio británico. No es de extrañar que la explotación abusiva de la naturaleza por parte de la incipiente industrialización creara entonces un espacio favorable para el desarrollo de las ciencias naturales. Sin embargo, mientras que el movimiento ecologista se caracterizará a partir de los años sesenta por su carácter social transformador, el concepto de protección de la naturaleza hace referencia entonces sobre todo a valores estéticos y románticos.(5) En este sentido, estas reivindicaciones no se vuelcan en contra de la sociedad moderna, de sus valores intrínsecos y de su sustrato industrial. Si excluimos las aportaciones de socialistas minoritarios como John Stuart Mill o William Morris, o la actividad de movimientos “anti-maquinistas” como el ludismo a principios del siglo XIX, las diferentes crisis vividas encuentran respuestas en herramientas socioeconómicas basadas en la búsqueda del crecimiento, la tecnología y el dominio continuo de la naturaleza. Al igual que lo fue el New Deal en Estados Unidos para salir de la Gran Depresión de los años 1930, el fin de la segunda guerra mundial abre las puertas a los Treinta Gloriosos, estas tres décadas posteriores a la II Guerra Mundial (grosso modo de 1945 a 1975) y en las que se edifican los Estados del bienestar occidentales, basados en una visión fordista de la sociedad y una producción y consumo de masa (Viveret, 2002: 17). Enmarcado en una dialéctica desarrollista y una competencia geopolítica a ultranza entre el bloque capitalista y el comunista, esta dinámica se suma a un esfuerzo mundial sin precedentes al servicio de la idea de «progreso». Por ejemplo, en el bloque occidental, Rostow plasma las fases deterministas por las cuales tendría que pasar cualquier economía en su camino del subdesarrollo hacia el desarrollo: a la sociedad tradicional no le queda más remedio que «despegar» para adentrarse en el camino «del progreso hacia la madurez» y entrar por ende en «la era del consumo de masa» (1961).

En este contexto donde la racionalidad económica del Occidente se erige en «creencia cuasi-religiosa» (Grinevald, 1996: 30), la «protección de la naturaleza» se plantea como un ajuste al margen de la ideología dominante que ensalza la modernidad y como una cruzada moral a favor de la estética y la conservación del entorno natural y de la vida salvaje. En torno a los años sesenta, el ecologismo incipiente da un giro coperniano para centrarse en el entorno humano con un tema radicalmente nuevo: la supervivencia de la especie humana. A diferencia de los enfoques conservacionistas, el término supervivencia introduce el sentimiento de crisis, de temporalidad, de debilidad, y la concepción del ser humano como parte integrante de la biosfera. En su obra Primavera silenciosa, considerada como precursora del ecologismo, Rachel Carson plantea que el ser humano está en interacción permanente con su medio ambiente. Utilizando un discurso científico, recuerda que no puede extraerse de él —ni siquiera garantizar una supremacía sobre la naturaleza— sin sufrir las consecuencias inmediatas y a largo plazo (Villalba, 2005). Nicholas Georgescu-Roegen, el padre de la bioeconomía, lo resume de manera aún más cruda y polémica: «Cada vez que producimos un automóvil lo hacemos a costa de una reducción del número de vidas futuras» (1996).

Justamente la bioeconomía ataca las bases de la racionalidad moderna, caracterizada por el papel de la ciencia económica moderna y forjada en el paradigma mecanicista. En otras palabras, la teoría económica sigue viviendo en los principios del siglo xix marcada por la atemporalidad y no ha incorporado la revolución de la termodinámica y de la biología que introducen un concepto central: la irreversibilidad (Georgescu-Roegen, 1996: 352-353).(5) Esto significa que las actividades humanas se desarrollan alimentándose a costa de la disipación «irreversible» de baja entropía, lo cual marca el límite físico de las sociedades industriales. En el terreno ético y ante la crisis ecológica, Xabier Etxeberria apela a distanciarse del «antropocentrismo tecnocrático» —nacido en la edad moderna occidental con el papel destacado de Descartes—, donde la naturaleza es sobre todo el objeto propuesto para nuestro dominio, para nuestro provecho, gracias a la tecnociencia, fuente de la felicidad de los seres humanos (1994: 2). No sólo «el hombre es un lobo para el hombre», sino también para la naturaleza y su biodiversidad, sustrato imprescindible de su reproducción en el corto y largo plazo. Retomando el concepto de Vladimir Vernadsky,(6) el ser humano se ha convertido en una «fuerza geológica planetaria» que, según unos principios intocables de modernidad y progreso, es capaz de provocar su propia extinción, lo que llevaba a Georgescu-Roegen a un pesimismo impactante: «Tal vez el destino del ser humano sea una vida breve, más febril, excitante y extravagante en lugar de una vida larga, vegetativa y monótona» (1996). Frente a estos riegos inherentes a las sociedades desarroolistas, se trata por tanto de superar la dialéctica y oposición clásica entre cultura y naturaleza a través de una «nueva alianza» entre seres humanos y naturaleza, según la cual las sociedades humanas no viven fuera de los ecosistemas sino que pertenecen al mundo natural con el cual mantienen una relación viva, retroactiva y dinámica (Prigogine y Stengers, 1983).

Continua con la próxima entrega: «1968, nucleares y otros mitos fundacionales del ecologismo

(1) Se basa en una adaptación y actualización de la publicación Marcellesi, F. (2008): Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, Bilbao, Bakeaz (Cuadernos Bakeaz, 85).

(2) En España, existe otra aceptación del término Ecología política, entendido como el estudio de los conflictos ecológico-distributivos locales o internacionales derivados del acceso de diferentes actores a los recursos naturales y servicios ambientales y a la vez, los derivados de las cargas de la contaminación. Véase por ejemplo autores como Joan Martínez Alier (2005), organizaciones sociales como el Observatorio de la Deuda en la Globalización o la revista Ecología política.

(3) Puesto que es una crítica principalmente no marxista de una superideología productivista, planteo que la ecología política no es reductible o asimilable al ecosocialismo. Sin embargo, tampoco se trata de llegar al otro extremo y negar que la ecología política y el ecosocialismo comparten puntos de encuentro en torno a la crisis ecológica —la lectura del manifiesto ecosocialista de 1989 deja patente la amplitud de acuerdos—. Al contrario, considero que el ecosocialismo comparte suficientes fundamentos antiproductivistas con la ecología política para que se produzca un acercamiento cada vez mayor en torno a la matriz antiproductivista y para que el ecosocialismo se pueda considerar como una corriente interna del ecologismo político, al igual que el ecopacifismo, el ecofeminismo o el medioambientalismo. Para una discusión más en profundidad en torno a esta cuestión, véase el apartado “Ecología política y (eco)socialismo”, pp. 12-13 en Marcellesi, F. (2008): Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, Bakeaz.

(4)  Durante la segunda parte del siglo XIX varios centenares de sociedades de historia natural se dedican a la práctica y contemplación del campo, y se legisla para proteger la estética de los paisajes con la creación por ejemplo de parques naturales en Estados Unidos o en el Imperio británico. El final del siglo xix está marcado también por el fuerte papel desempeñado por la lucha conservacionista contra el maltrato animal y en particular contra las masacres de aves para usar sus plumas en la moda femenina.

(5) Estas observaciones llevan a Georgescu-Roegen a establecer una «cuarta ley de la termodinámica» que afirma que la materia, al igual que la energía, está sujeta a la entropía: «Matter matters too». Según esta ley, la materia también se degrada de manera irreversible y no es totalmente reciclable.

(6)  Minerólogo y geoquímico ruso-ucraniano (1863-1945), Vladimir Vernadsky elaboró el concepto de noosfera. También definió la ecología como la ciencia de la biosfera. Véase por ejemplo La biosfera (1997; ed. orig. 1926).

Créditos imagen: hormiga verde.


15 thoughts on “¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI (parte 1)”

  1. Esa referencia al gran William Morris me ha encantado!!
    Vernadsky, Martínez Alier, Georgescu-Roegen.. son nombres que ya me van sonando, me estoy poniendo al día en economía ecológica para mi tesis doctoral.

    Una apreciación que alomejor resuelves en próximas entregas.. Si la ecología es un movimiento político, es decir, ecología política, ¿es también ecología social? Es decir, yo cuando te leo a ti, leo a Juan Carlos Monedero, a Jorge Riechmann, Gorz o a González de Molina, compartís la noción de ecología política, pero creo que queréis decir cosas diferentes. No entro en si el ecosocialismo es una parte o no de la ecología política, si es un término más o menos holístico, porque para mí la clave es el régimen de propiedad. El mundo del trabajo ha cambiado y el ecologismo nos invita a mirar a las formas de producción y consumo, pero no sé si es crítico o no con las formas de propiedad.

    Me explico. Imaginemos que tenemos un sistema energético 100% renovable. ¿Sería positivo que los titulares de esas empresas fueran monopolios? ¿Qué separa a Equo de los planteamientos ecologistas de Izq. Anticapitalista o los sectores llamazaristas? Creo que en Equo hay una apuesta importante por la autogestión energética y laboral y se podrían tender puentes… No sé, yo siempre recuerdo al joven Marx (y a su yerno) escribiendo aquello de que la liberación del trabajo pasa por trabajar menos, un argumento puramente anti-productivista.

    Siempre me das que pensar Florent!
    Un abrazo!

    1. Sí, las lógicas que escapan tanto de la lógica del mercado como de la lógica del Estado impregnan la ecología política y social. Es lo que llamamos el tercer sector o la economía social y solidaria, y donde entran las cooperativas, las asociaciones, etc. Estas iniciativas privadas (por no depender del Estado) pero sin ánimo de lucro (los beneficios económicos se reinvierten en la actividad) son un buen ejemplo -la mayoría del tiempo y sin idealizar- de alternativas no capitalistas y basadas en lo común.

  2. Hola, a la tercera va la vencida.
    Una conclusión personal a la que he llegado sobre la ecología política en España es que no se le considera una alternativa seria por su total desconocimiento, creo que es debido al apoyo que han recibido, en forma de subvenciones y ayudas por parte de los sucesivos gobiernos, las organizaciones fundamentalmente conservacionistas, sobre todo en programas de Educación Ambiental no formal.
    Estos programas se caracterizaban por su énfasis en aspectos estéticos, románticos y biológicos, haciendo hincapié en la necesidad de respeto y conservación de los espacios naturales, esto considero que es interpretación ambiental, no EA como se entiende internacionalmente que contempla fundamentalmente un cambio en la sociedad sobre sus hábitos de consumo, el reparto de la riqueza, el modelo económico, los valores….
    Como apuntas en tu texto, en la década de los 60 hay un cambio de tendencia hacia la concepción holística de nuestras relaciones con el Medio Ambiente y se empiezan a incluir las piezas que faltan, economía, sociedad, cultura, consumo, alimentación, pobreza, producción, mercado……
    En España no se ha dado ese cambio de concepto en la ciudadanía, incluso dentro de Equo se mantienen la postura conservacionista, esto me sorprende porque en 1997 la Cooperativa Para la Defensa de la Naturaleza (COMADEN) hoy perteneciente a Ecologistas en Acción, me impartió un curso de Monitores de Educación Ambiental orientado principalmente a los conceptos modernos de Ecologismo yo esperaba que a estas alturas se hubiese dado un cambio importante, por lo menos en las personas más cercanas al ecologismo.
    Pero no y yo creo que es debido a lo que te señalaba al principio, ha calado muy hondo el concepto estético, romántico del ecologismo y políticamente se quiere mezclar con ideologías de izquierdas pero como un envoltorio no como su base.
    ¿Qué opinas? ¿Qué se puede hacer?
    DANI

    1. Efectivamente, en la década de los 60, hay un salto cualitativo que, de hecho, analizo en la segunda parte: http://florentmarcellesi.wordpress.com/2012/12/03/1968-nucleares-y-otros-mitos-fundacionales-del-ecologismo/

      La ecología en su vertiente política no ha calado por diferentes motivos: el franquismo (el ecologismo despega en muchos países a finales de los 60-principios 70, obviamente en España no fue posible), la transición española (el voto verde en estos momentos no es maduro y el papel motor lo tienen otros partidos: psoe, pce), la fagocitación del ecologismo en política por parte del pce y luego de iu, los ejes nacionales español vs periféricos (al ecologismo le atraviesan igual que a la sociedad) y la propia incapacidad interna del movimiento verde a organizarse. Afortunadamente, ahora estamos en un nuevo ciclo: se ha superado la fase de desorden interno (Equo es por ejemplo fruto de esta nueva realidad más madura), hay una consolidación histórica del voto verde en Europa que a su vez permite proyectar un crecimiento en España, hay una reconfiguración del espacio transformador y apertura de nuevos espacios sociales y políticos. Por tanto, es necesario seguir trabajando en el día a día, formando, abriendo espacios de colaboración con movimientos sociales y políticos, tejiendo redes a nivel local, regional y europeo, construyendo base social, etc.

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